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sábado, 17 de abril de 2010

Coches

Mi hermano se sacó el carnet de conducir hace poco. Aún tuvo que esperar unos meses a que le arreglaran los documentos del seguro y ahora hace prácticas esporádicas con acompañante antes de lanzarse solo por la carretera.

Para su trayecto más largo, rumbo a Sada (unos veinte minutos), me pidió que fuera con él.
Después de presignarme, entonar la banda sonora de "Regreso al futuro" y aguantar unas cuantas collejas del tipo "Eresunaidiotacabrona", evidentemente acepté.
Al día siguiente, antes del estreno, dediqué unos segundos a la concentración del espíritu zen, me puse ropa deportiva absorbesudores y jugué con mi reflejo en el espejo a ver quién levantaba el freno de mano más rápido con la izquierda. Lista.

El Peugeot familiar estaba aparcado cuesta arriba. Cuando nos acercábamos a él, la presión aumentaba a medida que la sombra de mi padre se extendía sobre nosotros.
Bajó para asegurarse de que todo salía bien.
Junto a él estaba mi madre, observando con mirada suplicante.
Ante tantas expectativas, mi hermano empezó a ponerse nervioso. Comprobó el cinturón de seguridad y las marchas varias veces y pasó unos diez minutos colocando los espejos.

- ¿Quieres que lo haga yo desde fuera? -le preguntó mi madre.
- ¡No hace falta! -contestó tajante.

Yo pensaba en las gominolas, en sus diferentes formas y colores, en los ositos, los tiburones...

- ¿Tienes todos los papeles? -intervino mi padre.
- ¡Siiií!
- ¿El carnet, el permiso de circulación...?
- ¡Que sí!
- ¿...el resguardo de haber pagado el seguro?
- El seguro... Espera, creo que... No, lo tengo arriba.
- ¡Si ya sabía yo que te faltaba algo! ¡Pues ahora vas a por él! ¡Siempre igual, siempre igual...!

Mientras mi hermano salía del coche, mi lista mental de dulces avanzaba: los corazones, las nubes, las fresitas...


Cuando volvió a aparecer ya había pasado media hora.

- Bueno, nos vamos -me dijo.
- ¡¿No me digas?!

Intentó arrancar. Yo también estaba pisando el acelerador. "Que no se cale, que no se cale ahora, por Dios, aceleraaa...". Y ahí salimos, raudos como el viento.
Respiré aliviada mientras seguí dándole a pedales imaginarios durante todo el camino. La verdad es que lo estaba haciendo bien.
Perdí varios minutos mirándolo, concentrado al máximo en la carretera, consciente de que asistía a uno de los momentos clave en su vida. "Se está haciendo mayor", pensé.

Con él volví a conducir mi Renault-5, heredado de mi abuelo, una pequeña carraca bien cuidada que me había llevado hasta el fin del mundo. Recordé el placer de sentir por primera vez que tú lo movías, la sensación de velocidad en la autopista, el peligro del tráfico en la ciudad, con sus frenadas y giros estratégicos. Y lo más importante, no tener que esperar nunca más al autobús para ir a la playa y poder volver cuando te dé la gana. No pagar taxis, no pasar frío y no mojarse cuando llueve.
Ansiada libertad...

- ¡Qué! ¿Estás tensa? -me preguntó sacándome de mis pensamientos.
- ¡Nooo! Estoy muy tranquila. Podíamos poner música -sugerí mientras encendía la radio.
Amy Winehouse creó pronto una atmósfera más distendida.
- Es que papá y mamá me ponen de los nervios.
- Ya -dije revisionando la escena- Bueno.
- Ahora estoy mejor
- Anda que...

Hablamos de su carrera -Ahora tuerces a la derecha-, de música - Cuidado con estas curvas, son pronunciadas-, el tiempo... -¿Sabes que hay que darle UN MÁRGEN A LOS CI-CLIS-TAAAAAASS?

- Sí, lo sé, pero tenía una línea continua al lado. No la puedo pasar.
- ¡Ahora ya tienes el carnet, si ves a un ciclista , aunque haya una raya continua en medio, CRÚZALA, pero no mates al ciclista!
- No pasó nada
- Porque era un profesional, pero si yo fuera la ciclista, ¡me habrías arrollado!
- A ti es fácil arrollarte siendo tú la ciclista.
- Ja-ja. Qué gracioso. Puedo frenar de golpe el coche. No sé si te has dado cuenta.

Por suerte, no se registraron más incidentes. Hacía un día precioso y la primavera se dejaba sentir.
Cuando llegamos a nuestra meta, recogimos el roscón de Pascua en casa de mi tía Carmucha entre felicitaciones para el primerizo y advertencias sobre los peligros del alcohol al volante y de nuevo tuvimos espectadores a la salida.
Un cruce peligroso.

- Yo te aviso cuando no pase nadie por la derecha: No-no-no-no... Espera ¡Ahora! ¡¡Dale!!

Srccccccccccccciiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, cantaron las ruedas. Mi cabeza se quedó incrustada en el respaldo.



- Creo que me he excedido. Huele a goma quemada.
- Bueeeeeno -dije levantando la ceja- no venía nadie para que te pusieras así, pero en estos cruces es mejor salir cuanto antes. No tienes mucha visibilidad. Hay que cogerle el punto al embrague y te saldrá mejor, pero... es normal.

¡Buf! Me volvió a bajar la adrenalina.

Ya era mediodía y no había nadie por los caminos, salvo algún que otro pájaro. Los cerezos empezaban a florecer y abrimos las ventanas para disipar el calor. Estábamos llegando a Coruña y entonces me hizo la pregunta:

- ¿Crees que podré conducir solo?
- Sí, poco a poco, pero sí.

La sonrisa se le dibujó en el rostro. Había ganado un año más en su carrera por la independencia y yo sólo pensaba en cómo parar el tiempo.

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