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viernes, 15 de octubre de 2010

Teorías de la conspiración

Atención, éste es un aviso de alerta para todos los públicos: los grupos de poder quieren que tengamos depresión.

¿Os reís? Sinceramente lo creo.
Los medios de comunicación no hacen más que bombardearnos con noticias catastróficas y tremendistas, donde no hay esperanza ni futuro. Según ellos, somos muñecos que tienen que soportar las consecuencias de un destino fatídico, ineludible, provocado por la crisis, a la que presentan como un jinete de la apocalipsis.
No hay luz en el túnel.


¿No la hay o será que no les interesa que la haya? Recordemos que la titularidad de los medios está en manos de grandes corporaciones internacionales.
Una persona pasiva y deprimida es facilmente manipulable, aceptará cualquier tipo de explotación, porque está convencida de que no hay otra alternativa. No protestará, porque lo considerará inútil.
Tanto al Gobierno como a las empresas les conviene esto, porque así pueden seguir amasando dinero a costa de los trabajadores, mientras mantenemos la boca cerrada.

Por supuesto que entiendo que haya familias que no puedan contestar, debido a que están centradas en sobrevivir y llevar dinero a casa para mantener a los hijos; pero la pasividad es una enfermedad que está afectando a gente de todo tipo, incluso a aquellos que pueden permitirse el lujo de levantar la voz, el revulsivo social: los jóvenes.


Sé de buena tinta que muchos se quedaron en sus casas viendo la televisión o jugando a la videoconsola en vez de ir a la huelga del 29 de septiembre para protestar por la reforma laboral. La razón es que están convencidos de que hagan lo que hagan no servirá de nada.

En parte es cierto, tal y como está estructurado el sistema económico, es la lucha de una hormiga frente a un gigante, pero ignoramos la fuerza del colectivo cuando es consciente de ello.

En Francia -lo comenté en otra ocasión- ya han hecho varias manifestaciones seguidas en contra del retraso de la edad de la jubilación, de 60 a 62 años (una muestra de que el clamor popular funciona muy bien en otros países, donde cada voz es un voto perdido), cuando en España ésta se encuentra en los 65 y quieren situarla en los 67, mientras el porcentaje de parados de 50 años crece cada día más.
Un escándalo, pero lo peor es que la protesta del día 29 no sólo se hizo por eso, sino por otras barbaridades más, como el despido procedente por parte de la empresa en previsión de pérdidas o por baja médica del empleado que sobrepase los 15 días de duración, o la reducción de la indemnización por año trabajado, de 45 a 33 días.


Nos están recortando derechos con la excusa de fomentar el empleo, pero en realidad lo que consiguen es que haya más parados, porque las empresas no están para hacer una labor social y si pueden sacar rendimiento pidiéndole a una persona que trabaje por tres, pues lo van a hacer.
Ahora, gracias al movimiento, Corbacho ha salido del Ministerio de Trabajo y Zapatero quiere retirar la propuesta de retrasar la jubilación.

Sin embargo, al margen de esto, la ciudadanía ya debería protestar por la falta de acción de los sindicatos que dejaron pasar el verano para convocar la manifestación, después de que se aprobara la reforma.
De hecho, mucha gente no quiso asistir por esta razón. Un error, porque el silencio y la división es lo que persiguen los políticos. Que no se haga nada es mucho mejor para ellos.
Si hay que darles un tirón de orejas a los sindicalistas, es mejor hacer una crítica formal por escrito.

Pero peor que la pasividad es dejarse llevar por la desilusión y la tristeza que nos quieren inculcar.
Bieito y yo hace tiempo que lo comentamos, que ahora los temas de conversación cuando te encuentras a alguien en la calle se centran en el fatalismo. Lamentarse de todos los males del mundo está de moda y parece que no se contemplan los aspectos positivos, que siempre los hay.
En mi opinión creo que esta actitud no sirve de nada. Sabemos de sobra que las cosas están mal. Busquemos salidas, aportemos ideas, no hay que dormirse en los laureles, es ahora cuando más falta hace la acción.
Yo -lo digo muchas veces- hago cursos, voy a foros profesionales, asisto a conferencias, estudio idiomas, presto atención a mis ratos de ocio e intento arrastrar conmigo a los demás.

Creo que en muchos momentos puede aportar mucho más tener un buen chiste en la guantera, que la cantinela de quejas que escucho a diario.

Por estas razones defiendo la resistencia, para que nos esforcemos por ver el vaso medio lleno, aunque no salga en un primer momento de nosotros, aunque tengamos que "forzar". Después, a base de  repetírnoslo, ya no nos costará tanto y por contagio, haremos que otros se sientan mejor (igual que el pesimismo se extiende, el optimismo también puede imbuirse).
Una sonrisa puede cambiar el mundo. Comencemos la revolución.

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